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RECOMENDADO "El maestro ignorante"

El maestro ignorante. En el desarrollo de una investigación sobre educación popular, el filósofo Jacques Rancière (1940) se topó con un singularísimo personaje de la historia francesa: Joseph Jacotot, que daría pie a "El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual", un libro traducido al español en 2002 que no sólo tuvo repercusión dentro del ámbito educativo ¿Quién fue Jacotot, el maestro ignorante?. El antimagisterio Artillero del ejército, secretario del Ministerio de Guerra, director de la Escuela Politécnica y profesor universitario, Joseph Jacotot (1770-1840) fue, sobre todo, un revolucionario francés que, frente a la restauración de la monarquía, debió emigrar a Bélgica. Allí, en la Universidad Católica de Lovaina, se descubrió a sí mismo como un maestro ignorante. Sus alumnos no sabían una palabra de francés; Jacotot desconocía el flamenco y el holandés. Forzado por la situación, pergeñó una idea: proponerles que aprendieran la lengua francesa leyendo la edición bilingüe de "Telémaco", una obra de François Fénelon, basada en "La Odisea". Los estudiantes memorizaban frases del francés y las comparaban con el holandés. Después, los impulsaba a que escribieran sus reflexiones en francés. Para su sorpresa, el progreso fue increíble. Sin ayuda alguna, los estudiantes dominaban las reglas básicas de la lengua francesa. Esa experiencia disparó en Jacotot un conjunto de reflexiones en torno a la matriz que funda el pensamiento pedagógico de su época -y el actual-, que se basa en una fuerte distinción entre los que saben (y explican) y aquellos que no (y callan). Tal distinción, inscripta en el funcionamiento de la institución escolar por delegación del Estado, otorga al docente un poder sobre los otros, un ejercicio de la dominación. Explicar, desde esta perspectiva, es embrutecer al otro, someterlo a una jerarquía, reproducir una subordinación. Los estudiantes de Lovaina parecían confirmar la tesis de que era posible romper con el modelo del maestro explicador. En su reemplazo, Jacotot proponía la emergencia de un maestro que, en lugar de enseñar su propio saber, hiciera evidente al otro que es capaz de aprender lo que quiera. Un maestro así enseñaría a usar la inteligencia -común a todos los hombres- para que el aprendizaje se convierta en un auto-aprendizaje. Las respuestas del otro impulsarán nuevas preguntas para el maestro quien, en la búsqueda por enseñar emancipando, ya no hablaría frente a estudiantes sino frente a hombres y mujeres. Ya no monopolizaría saber alguno sino que sería un ignorante. Con estas reflexiones y propuestas más que un método -aunque él creyó haber descubierto un método de enseñanza universal-, Jacotot fundaba una teoría del "antimagisterio". Cualquiera podía ser un maestro. Bastaba con no someterse a algún orden jerárquico, con asumirse como "viajero intelectual", con concebirse como un interrogador permanente. Rancière, el autor que reconstruye la biografía intelectual de Joseph Jacotot, publicó el libro en Francia en un contexto particular: la asunción del socialismo al gobierno (a mediados del ochenta) y la polémica en torno al rígido sistema educativo francés. En medio de la confrontación entre "progresistas" y "conservadores", Rancière cuenta la historia de un educador de principios de siglo XIX para discutir la cuestión del poder, de la institucionalización de los saberes, del lugar del Estado en la educación y el papel liberador de la educación. Más recientemente, un grupo de intelectuales -nucleados en el Colectivo "Situaciones"- que viene trabajando desde 2001 sobre la autonomía de las organizaciones sociales, su relación con el Estado, la construcción de redes, entre otros aspectos, también tropieza con ese "loco" francés que proclamaba la necesidad de una educación sin maestros ni alumnos, de seres humanos iguales en inteligencia y derechos, utópica y horizontal Resulta curioso el destino de las ideas de un autor. Leído en Argentina, sus tesis desescolarizantes y antiestatalistas ¿no resultan funcionales a las políticas educativas que, desde mediados de los setenta hasta la actualidad, se vienen implementando en nuestro país? Jacotot -o una lectura de sus postulados- ¿no sería menos un revulsivo frente a una institución escolar del Estado que una "nueva" cuña para contribuir a su derrumbe y para cuestionar el rol del docente quien, a duras penas, sobrevive con su magro salario, su voluntad a prueba de colapsos y su destino a cuestas?. Con todo, las lecciones de Jacotot contribuyen a desnaturalizar una práctica -la educativa- a la que, precisamente por naturalizada, consideramos obvia. Jacotot y Rancière vienen a recordarnos que el horizonte de todo proceso educativo es la emancipación de los otros y de nosotros.

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