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Queremos contarles que ya tenemos casa nueva. Nuestra nueva dirección es Prudencio Bustos 345; y estas fueron nuestras palabras inaugurales; fruto de un trabajo realizado por Nélida Cipoletta, la biliotecaria, en el CCEC (Centro Cultural España Córdoba) LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 3 Después de andar siete días, a través de boscajes, el que va a Baucis no consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas. Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los día luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje. Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia. de “Las ciudades invisibles” Ítalo Calvino Cuando leí, “Las ciudades y los ojos” la recorrí palmo a palmo. Con los ojos de la imaginación. Fue cuando vi la biblioteca unos cuántos años atrás. Baucis era la biblioteca. Asentada sagrada, etérea, sobre pilares a grandes distancias; a la que se accedía por una fina y tambaleante escalera. Sólo los amantes feroces de los libros, se atrevían a la aventura de ingresar en ella. La ciudad biblioteca, miraba desde arriba y se sabía ausente, más que ausente, se sabía casi muerta. Gracias a la voluntad de mucha gente linda, interesada en rescatarla de las alturas, se comenzó con la tarea de mudarla abajo. A tierra, a la altura de cualquier caminante, paseante, estudiante. E iniciaron las labores, los talleres. La algarabía de los niños y niñas dando vueltas por sus calles. El acercarse tímido a su gran puerta-ventana, y una vez dentro: niños, niñas, jóvenes, adultos y mayores, treparse a sus ojos/libros; qué, como ventanas incandescentes alumbraban, cuestionaban y hacían pensar, viajar, reír, y por sobre todo imaginar. Luego vino la filosofía, el arte, la escritura, la lectura, la narración, el cine, el teatro leído, origami y mucho más. Sus ojos/libros se abrieron y recibieron su primer golpe de aire fresco cuando en una valija los llevaron a recorrer las calles, las plazas, los parques, las escuelas, de la gran ciudad. A los más viejitos los expusimos en el patio central de la propia casa. La ciudad cobró vida. Se encendió el fuego dentro y fuera. Comenzaron los sueños, los cuentos, las historias. La biblioteca ha dejado de ser un espacio mítico. Hoy, no está encaramada en la cima de unos pilares. Hoy camina lento pero seguro hacia su objetivo, “ser una biblioteca que abarque la mayor cantidad de aspectos de la cultura que nos con-forma y forma”. Ser individuo y colectivo, parte y todo. Ser una ciudad que tiene como función abrazar a toda la comunidad en la búsqueda de su propio bien y el de los demás. Porque una biblioteca sin gente, es una mortaja y una ciudad sin biblioteca, pura tristeza. nélida cipoletta

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